Cuando bajas la velocidad es realmente cuando puedes apreciar el paisaje, cada detalle, cada color he incluso su olor.
Hace tiempo que estoy lejos de casa, lejos de muchas personas y más cerca de otras, lejos de lugares que antes solía visitar con frecuencia y ahora me siento lejos, lejos de casa.
Comienzo a ver caras borrosas, personas que se han quedado con su idea de presente ideal y no aspiran aún mejor mañana; veo caer cadáveres vivos a mi alrededor, en sus ojos veo cansancio de una lucha interminable llamada vida.
Han perdido toda esperanza mientras el mundo sigue su curso.
Por contradictorio que suene el camino fácil es ese, dejarse arrastrar por la corriente de la mediocridad y vivir el día a día con un sinsentido rutinario que a la larga terminara matando tu alma. Y eso amigo mío no te lo podrás perdonar ni tú mismo, tarde o temprano y si tienes tiempo en tus últimos días de vida, te arrepentirás de no dar la milla extra.
Corre la milla extra, empuja un poco más, dedica un minuto extra a ese sueño y sobre todo apuesta por ti que al final del día todos estamos lejos de casa y viendo las caras borrosas de quienes se rindieron.
El tiempo no perdona.